Ganar la elección no es suficiente para gobernar en España ni en buena parte de Europa. Con esa premisa, un pacto de derechas se hizo con el gobierno de la ciudad de Madrid, de enorme valor simbólico en la política nacional, de donde desalojó a una coalición de izquierda.
José Luis Martínez Almeida, un político del conservador Partido Popular (PP), de ancha sonrisa y que se desplaza en moto, llegó al gobierno de la ciudad gracias a un acuerdo de su partido con el liberal Ciudadanos y la derecha radical de Vox.
«No le perdonaremos jamás que hayan hecho un pacto con la ultraderecha», protestaron los socialistas, a los que les faltó poco para integrar el gobierno -aunque no liderarlo- con una alianza de izquierdas.
La llegada de Martínez Almeida significó el desalojo de Manuela Carmena, una jueza de izquierda que, en cuatro años, le cambió la cara a la ciudad.
Una de sus decisiones más emblemáticas fue la creación de una zona de restricción de tránsito automotor -Madrid Central- en pleno corazón de la capital.
Resistida al principio, sobre todo, por los automovilistas, poco a poco fue crecientemente aceptada por la población, que advirtió una reducción de la alta contaminación por emanación de gases en la zona.
Así como la derecha se hizo con la alcaldía de Madrid, los independentistas radicales de Cataluña perdieron la posibilidad de quedarse con la de Barcelona. Pese a que ellos fueron los más votados.
Una jugada en la que fue protagonista el socialismo catalán (PSC), que hizo en Barcelona lo mismo que tanto criticó a la derecha en Madrid.
En este caso, el asunto tuvo sus ribetes y una negociación a tres bandas que mantuvo la intriga hasta último momento entre dos opciones: la posibilidad de que repitiera la actual regidora, Ada Colau, merced a un acuerdo considerado poco menos que imposible. O que se impusiera como alcalde el independentista Ernest Maragall, de Izquierda Republicana de Cataluña (ERC), que fue la fuerza más votada.
El puesto se lo quedó Colau, que repetirá término gracias a un acuerdo con el PSC y el respaldo de la agrupación que lidera el ex primer ministro socialista francés y fallido candidato a la alcaldía, Manuel Valls.
«Doy mi apoyo como un mal menor», explicó el socialista franco-español, que con esa jugada impidió que la capital catalana quedara en manos de Maragall, quien había anunciado su intención de convertirla en «la vanguardia del separatismo».
La nota de color en el momento de la votación de Coalu la dio el exconsejero independentista y en prisión preventiva Joaquín Forn, quien le reprochó haberse «convertido en un instrumento útil de los poderosos, a los que tanto le gusta criticar en campaña electoral».
Forn tomó su cargo como edil custodiado por los Mossos d’Esquadra, la policía regional catalana. Apenas terminó el acto regresó a la prisión de Soto del Real, en las afueras de esta ciudad, donde cumple prisión preventiva por los cargos que se le imputaron tras su intento de independencia. En total, más de 8000 ayuntamientos se constituyeron en España como resultado de las elecciones municipales del pasado 26 de mayo.
Con una creciente fragmentación en la oferta partidaria, los resultados arrojaron pocas mayorías absolutas. Eso dio paso a un auténtico baile de pactos y acuerdos que no siempre concedieron el gobierno al más votado. En muchos de esos acuerdos, la derecha radical de Vox fue clave. Y no está claro, sin embargo, que a cambio de eso llegue a ocupar cargos de gobierno.
Eso ocurre, por caso, en Madrid, donde sus concejales fueron vitales para la investidura del popular Martínez Almeida sin que, hasta ahora se le haya dado representación institucional alguna a Vox.
El otro ruido es el que se generó para Ciudadanos, el partido que lidera Albert Rivera. Su asociación con Vox para llegar al gobierno de Madrid fue mal recibida por sus referentes europeos.
En Marcha, el partido del presidente francés, Emmanuel Macron, hizo saber su disgusto por la vinculación de Ciudadanos con «fuerzas que no comparten nuestros valores». Una crítica que, por elevación, podría alejar la posibilidad de un frente común en el Parlamento Europeo.
Fiel a su estilo, los de Vox se metieron en medio para dar su parecer. «Que Macron se ocupe de su Francia islamizada», dijo Santiago Abascal, el líder de la agrupación.
Un poco más moderados, otros referentes del partido tildaron de «injerencia insoportable» la opinión transpirenaica sobre el curso político español.