La derecha chilena recibió la presidencia del país andino de una debilitada izquierda

Con la promesa de acelerar la economía y el reto de administrar el legado de reformas de la socialista Michelle Bachelet, el conservador Sebastián Piñera asumió este domingo en el Salón de Honor del Congreso Nacional su segundo mandato.

Alrededor de 1.380 invitados asistieron a la séptima ceremonia de Cambio de Mando desde el retorno de la democracia en Chile, incluyendo a los jefes de Estado de Argentina, Brasil, México, Perú, Honduras, Ecuador, Bolivia y representantes de los gobiernos de Uruguay, Colombia, Irán, Costa Rica, Serbia, Irlanda, Nueva Zelanda, Ucrania, Reino Unido, España, Polonia, Ghana y Japón.

«Sí, juro», dijo con voz firme Piñera cuando el presidente del Senado, el socialista Carlos Montes, le dirigió la pregunta de rigor: «Juráis o prometéis desempeñar fielmente el cargo de presidente de la República, mantener la libertad de la nación, resguardar la Constitución y las Leyes?»

Enseguida, la presidenta saliente, Michelle Bachelet, le entregó la banda presidencial a Carlos Montes, quien procedió a colocársela a Piñera, con algunos problemas menores que llevaron a Bachelet a preguntarle «¿Te ayudo, Carlos?», entre risas de quienes estaban más cerca.

Tal y como hace ocho años, cuando puso fin a una hegemonía de gobiernos de izquierda, Piñera recibió la banda presidencial de parte de Bachelet, quien le lega un paquete de reformas sociales, algunas aprobadas y otras aún en trámite, con las que intentó borrar los cimientos instalados por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

En un mensaje publicado en Facebook, Bachelet se despidió de los chilenos y aseguró que está «profundamente orgullosa de las transformaciones que impulsamos estos años» y está convencida de que Chile es hoy un país más «justo, equitativo y libre».

Antes de dirigirse a Valparaíso, a unos 120 km al oeste de Santiago, sede del Parlamento, para la ceremonia de traspaso, la presidente, visiblemente emocionada, se despidió en el Palacio de la Moneda de su equipo que le brindó un cerrado aplauso, al igual que hicieron cientos de personas que aguardaban en los alrededores de la sede presidencial.

«Michelle, amiga, el pueblo está contigo», coreaban los asistentes.

Tras la constitución del nuevo Parlamento que salió de las urnas en noviembre pasado, será el presidente del Senado, el socialista Carlos Montes, quien le imponga la banda presidencial a Piñera, quien ganó las elecciones en segunda vuelta en diciembre ante el oficialista Alejandro Guillier con la promesa de gobernar para las clases medias.

Con un crecimiento promedio de casi 2% en los anteriores cuatro años, arrastrado por la caída del precio del cobre -del que Chile es el principal productor mundial-, Piñera prometió acelerar el tranco de la economía, en neta recuperación. En enero, el Índice Mensual de Actividad Económica creció 3,9%, su mejor registro para ese mes en cinco años.

Los mercados respondieron con optimismo a las propuestas de Piñera de poner incentivos a la inversión, apostar con fuerza a la creación de empleos y reducir gradualmente la tasa impositiva a las empresas.

El magnate -con una fortuna valorada en 2.700 millones de dólares por la revista Forbes– ha prometido convertir al país en una nación desarrollada en ocho años.

Esta es la cuarta vez que un traspaso de mando tiene a los mismos protagonistas, una alternancia que se instauró en 2010 tras 20 años de gobiernos de centro-izquierda de la Concertación que tomó las riendas democráticas al fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

(Con información de AFP)

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