¿Es realmente malo tener súper ocupados a nuestros hijos?

Tenis, fútbol y atletismo. Piano y banda. Si se suma como obligación adicional la escuela dominical suena a mucho, especialmente para quienes fueron criados para salir fuera a jugar. Pero descubrí esto: incluso con alguien que la cuide después de la escuela hasta por lo menos las 18 en días laborables; con la tarea, la lectura regular, un calendario social bastante ocupado y una mascota, a mi hija de 9 años le queda tanto tiempo de inactividad que tengo que restringir el tiempo que pasa frente a una pantalla. Y en este hogar no hay muchas.

Si existe un cliché sobre la crianza de los hijos más común que el del niño con exceso de tareas cuyo tiempo libre está tapado de prácticas deportivas, tutoría escolar y lecciones de música, es el del niño pálido que languidece frente a los videojuegos, sin ejercicios, aire fresco o contacto humano. Si se tiene en cuenta esa alternativa, ¿es tan malo que esté ocupado?

Muchos educadores, investigadores y padres exasperados aceptan los beneficios de un estilo de vida ocupado, especialmente en estos días de tanta tentación digital.

«El tiempo de inactividad se ha convertido en tiempo frente a una pantalla», asegura el doctor Delaney Ruston, médico clínico y también cineasta que en 2016 hizo Screenagers, un documental que explora los desafíos de la crianza de los hijos en el mundo digital. Uno de los mitos principales que Ruston expone en su película es la tesis de que los niños están súper ocupados.

Por supuesto que tiene mérito sentarse en una esquina a leer, practicar juegos de mesa, trepar a un árbol o simplemente soñar despierto. Pero la realidad es que, en la mayoría de las casas, las pantallas de uno u otro tipo compiten intensamente con todas esas actividades no estructuradas. Entre las estadísticas más alarmantes encontramos que hoy algunos niños pasan más tiempo mirando una pantalla que en la escuela.

Por otro lado, la participación de los niños en el fútbol, la banda y los grupos de scouts es una manera bastante segura de cortar la conexión con la pantalla, al menos durante unas horas. Y eso es un gran beneficio, incluso sin la ventaja añadida del ejercicio físico, el dominio de un instrumento y la mejora de los modales en la mesa.

Hace tiempo ya que los investigadores refutan la idea de que los niños pasan demasiado tiempo en actividades programadas. Un informe de 2008, The Overscheduling Myth (El mito del exceso de planes) que realizó la organización sin fines de lucro Child Trends, reveló que «contra la creencia popular, la mayoría de los niños y jóvenes que están súper ocupados no sufren como resultado de ello».

El informe hace referencia a una larga lista de beneficios de tener actividades programadas, desde una mayor autoestima hasta tasas más bajas de consumo de drogas y alcohol. También encontró que los niños que participan en múltiples actividades suelen ser capaces de mantener un equilibrio en sus vidas.

Hoy la televisión es la menor de las preocupaciones de los padres interesados en el tiempo de sus hijos frente a una pantalla. Los padres pueden declarar la guerra contra las pantallas, pero la mayoría de las veces la pantalla gana. Muchos niños llevan teléfonos y otros están obligados a hacer su tarea delante de un monitor, lo cual implica que tienen una fuente constante de distracción delante de ellos.

Hay una tendencia entre los padres a mortificarnos por el exceso de planes. En el momento en que inscribimos a nuestros hijos en otra clase, otro club u otro deporte nos atraen artículos como: «¿Se deprimen los niños porque ya no juegan?». La realidad es que aunque la idea de «solo jugar» durante la crianza puede parecer un modelo más natural e idílico, en realidad es un enfoque fracasado.

Ruston asegura que los padres que tienen tiempo y dinero para que sus hijos participen en muchas actividades son privilegiados. Ahora que la gran mayoría de los hogares de todos los niveles de ingresos tienen algún tipo de conexión a internet, la verdadera brecha digital es entre las familias que mantienen la tecnología en un relativo equilibrio con otras actividades y las que pasan demasiado tiempo frente a las pantallas por falta de opciones.

En la escuela secundaria Alice Deal, de Washington, los estudiantes de sexto, séptimo y octavo grado pueden elegir entre unas 70 actividades extracurriculares diferentes, desde coro hasta un club de poesía, clases de debate o meditación. Según el director James Albright, la lista está diseñada para «cubrir la hora entre las 3:30 y las 4:30».

«Siento que hay una necesidad real», asegura. Un día escolar completo tiene muchas horas que llenar. «La escuela comienza tarde y termina temprano, a las 3:30 muchos niños no van a casa con sus padres. Por eso quiero que las familias sientan que sus hijos pueden quedarse después de la escuela para hacer cosas diferentes».

La mayoría de los investigadores y profesores coinciden en que no hay un número óptimo de actividades: depende del niño. Incluso los que defienden la actividad múltiple animan a los padres a que le den tiempo a sus hijos para que se aburran. «Cuando las pantallas son difíciles de resistir, para algunos niños puede ser enormemente beneficioso estar muy ocupados. Pero el objetivo debe ser lograr una mezcla de actividad y tiempo de ocio», dice Josh Golin, director ejecutivo de la Campaña por una Niñez Libre de Publicidades (Commercial-Free Childhood). «Es importante dejar que los niños se aburran un poco y ver qué sale de ese aburrimiento.»

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