La más reciente pesquisa del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la Universidad Centroamericana (UCA) ha revelado una alarmante cifra que resuena en la sociedad salvadoreña: se estima que seis de cada diez personas en El Salvador temen expresar públicamente críticas hacia el presidente Nayib Bukele o su gobierno. Esta estadística, que circula en círculos de análisis político y derechos humanos, subraya un clima de temor que parece estar consolidándose en el país, impactando directamente la libertad de expresión y el debate democrático.
La aprensión a criticar al actual mandatario no es un fenómeno nuevo, pero su magnitud actual sugiere una profundización del miedo. Expertos y ciudadanos consultados señalan diversas razones que podrían estar contribuyendo a este ambiente de autocensura:
- El Uso del Sistema Judicial contra la Oposición: Como se ha reportado en repetidas ocasiones, existe una percepción generalizada de que el sistema judicial ha sido instrumentalizado para perseguir y silenciar a voces disidentes. Casos de periodistas, abogados, activistas y políticos de oposición que han enfrentado procesos legales –muchos de ellos considerados por sus defensores como arbitrarios o infundados– han generado un efecto disuasorio. El temor a ser acusado de delitos como difamación, calumnia, o incluso cargos más graves bajo el amparo del Régimen de Excepción, lleva a muchos a optar por el silencio.
- El «Régimen de Excepción» y sus Implicaciones: La implementación prolongada del Régimen de Excepción, si bien popular por sus resultados en la seguridad, ha suspendido garantías constitucionales y otorgado amplios poderes a las fuerzas de seguridad. Esto ha llevado a detenciones masivas y ha creado una atmósfera donde cualquier expresión que pueda ser interpretada como una «colaboración» o «apología» a las pandillas podría tener consecuencias severas, incluso para quienes no tienen vínculos con el crimen organizado. El miedo a ser señalado o detenido injustamente se extiende más allá de los círculos criminales.
- La Campaña de Descrédito en Redes Sociales: El uso de redes sociales por parte de cuentas afines al gobierno para desacreditar, insultar o incluso amenazar a críticos es una táctica recurrente. La difamación digital y el acoso en línea pueden generar un costo personal y profesional significativo para quienes se atreven a disentir, llevando a muchos a evitar exponerse.
- Polarización Extrema y Falta de Espacios para el Debate: La sociedad salvadoreña se encuentra profundamente polarizada. Criticar al presidente a menudo se percibe como un acto de «traición» o de ser «enemigo del pueblo» por parte de sus partidarios más fervientes. Esta división hace que sea difícil para las personas expresar opiniones matizadas o críticas constructivas sin ser inmediatamente etiquetadas o vilipendiadas. Los espacios para un debate abierto y respetuoso se han reducido considerablemente.
- Control de la Narrativa y el Rol de los Medios: La percepción de un control creciente sobre los medios de comunicación y la prevalencia de una narrativa oficialista limitan la exposición a puntos de vista alternativos. Esto puede llevar a que la población asuma que expresar una crítica es una postura minoritaria y potencialmente peligrosa.
Para la sociedad civil y las organizaciones de derechos humanos, esta estadística es un llamado de atención. «Cuando la gente tiene miedo de hablar, la democracia se debilita», afirmó un representante de una organización local que monitorea la libertad de expresión. «Es fundamental que se restablezcan las condiciones para un debate público abierto, sin temor a represalias, para que nuestra sociedad pueda abordar sus desafíos de manera constructiva».
El temor a la crítica, si bien puede generar una aparente estabilidad, a largo plazo socava la rendición de cuentas del poder y empobrece la calidad de la democracia, transformando el debate público en un eco de conformidad y silenciando las voces esenciales para el contrapeso y el progreso social.