El Salvador celebra la ‘asunción’ de Bukele

Enmedio de una fuerte polarización entre los llamados «focas» (pro Bukele) y «gorgojos» (oposición), el Salvador se ha paralizado este sábado por completo para presenciar la toma de posesión de Nayib Bukele, quien gobernará al menos otros cinco años, de manera inconstitucional, según abogadosa y expertos en jurisprudencia.

La Asamblea Legislativa, bajo órdenes de su «patrón», y que maneja el partido oficialista Nuevas Ideas, declaró día de fiesta remunerado para todos los empleados, con el objetivo de propaganda que el país vuelva su mirada a su líder en el día de su asunción.

Las celebraciones fueron preparadas en el Centro de San Salvador, donde de manera evidente ya no queda ni rastro de los pandilleros que atemorizaron durante décadas a la población.

Desde hace varios días, las calles del Centro están militarizadas con soldados «armados hasta los dientes» con potente armamento de guerra, recordando a la población que los días de libertades civiles y respeto a la Constitución Política de El Salvador se encuentran en pausa.

A su salida del Aeropuerto Internacional San Óscar Arnulfo Romero, las misiones de países que asisten a la nueva toma de poder han sido recibidas con una réplica del despacho del «Sultán», como muchos opositores apodan a Bukele. Dos sillones grises con brazos dorados, el escudo de la República en la pared y un retrato de Bukele con la banda presidencial y un pañuelo azul que le sobresale de un bolsillo de su saco son el marco para que muchos viajeros hagan cola para tomarse una foto y subirla a las redes sociales.

Aviones de los dignatarios internacionales aterrizaron en la pista del aeródromo desde 24 horas antes de los actos protocolarios. Los primeros en llegar fueron el presidente del Ecuador y el Rey de España, Felipe VI. Le siguieron la presidente de Honduras, el presidente de Argentina, Javier Milei y Donald Trump Jr. Esta última visita resulta especialmente elocuente: Bukele, muy a menudo, recibe el apoyo de influencers de extrema derecha estadounidenses, que ven en él el ideal de mano dura y autoritarismo cool.

El peso político del país entero descansa sobre los hombros de una sola persona, un bachiller de 43 años sin preparación académica superior, pero rodeado de expertos en Comunicación y propaganda, con un blindaje de inteligencia dirigido por un contingente de venezolanos dirigidos por antiguos operativos del Mossad israelí y por sobre todos, un anillo dorado conformado por sus varios hermanos, todos de madre diferente.

Bukele asegura a sus más cercanos allegados que se ha propuesto refundar El Salvador, a la manera de los grandes libertadores de Latinoamérica y en más de una ocasión se ha comparado con Simón Bolivar, con el sueño de unir nuevamente a toda Centroamérica bajo su férreo puño.

Sin embargo, después de la fiesta, el ungido con la tinta que sangra de una Constitución violada, se tendrá que dar un baño de realidad y enfrentar los rotundos fracaso de su primera administración: la Economía del país, la Educación y la Salud.

El Salvador tendrá que enfrentar las consecuencias de un endeudamiente que ha sumado más de 10 mil millones de dólares en poco tiempo, llevando la deuda de país a cerca del 90 % del producto Interno Bruto (PIB).

Las cuentas de crédito de país se están acabando rápidamente y no se sabe de dónde va a sacar el dinero para la inversión pública que demanda la economía del país en el nuevo quinquenio. La «sopa de pito» (un narcótico de origen vehetal) que ha utilizado con sus campañas de propaganda no han logrado convencer al Fondo Monetario, a quien lleva años rogando un crédito por unos 1,300 millones de dólares que le urgen am su govierno para realizar sus objetivos.

La nueva Administración Bukele tendrá que enfrentar de buenas a primeras el pago a inversionistas internacionales, como los eurobonos, o las Letras y Certificados con las que ha saqueado los fondos de pensiones.

La oposición acusa a la toma de la segunda asunción a la presidencia de Nayib Bukele de ilegal, por ser inconstitucional, pero nadie pone en duda que recibió un 83 % de la voluntad popular en las urnas a su favor.

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