Hace algunos meses publiqué cómo El Salvador podría transitar hacia un cierto tipo de fascismo, incluso cómico. Pues, ni se nos ocurra evocar en nuestra mente a Mussolini u otro dictador de altura histórica.
Hablamos de nuestro sufrido y subdesarrollado país, donde el verdadero poder se encuentra tras el telón. Ni piense el salvadoreño en los tres poderes del estado y toda la fanfarria con la que se hace el mercadeo sobre ese conflicto reciente con relación a la pandemia, que al final resulta no solo contradictorio, sino develador.
Mejor despierte el pueblo y comprenda que quienes mandan en el país son las familias feudales que mueven los hilos políticos cual titiriteros. Para ellos, que un presidente como Saca o Funes roben algunos cientos de millones, es como permitir que el perro coma las migajas que caen de la mesa.
Es en este contexto donde podría florecer lo mejor, o lo peor de un país. El salvadoreño promedio, se encuentra desorientado dando tumbos de aquí para allá, sobre el fundamento de odiar a la clase política. Debería ser, en cambio, sobre un anhelo de un mejor país. De uno en vías de desarrollarse.
Compréndase: De ninguna forma hablamos de socialismo, comunismo, etc. Tal y como sostenía J. Villalobos alguna vez, palabras que toma la Alta comisionada para los derechos humanos de la O.N.U. Michelle Bachelet: El problema con El Salvador es que la oligarquía es muy voraz, a diferencia de otros países de América latina en donde los oligarcas tienen un pacto de una mejor distribución de la riqueza.
En este terreno surge Nuevas Ideas, que ahora se encuentra en plena campaña dentro de sus elecciones internas para elegir candidatos a PARLACEN, Asamblea y Alcaldías.
Si bien claro hemos visto en los partidos tradicionales de los últimos 30 años una plutocracia en la que los miembros de cargos de elección popular son decididos desde la cúpula económica, o desde la duma política con la misma finalidad: Mantener el status quo. Ahora este nuevo partido “se abre al pueblo” pero en una forma descontrolada, generando un río revuelto en donde el “más vivo” sacará provecho, y el salvadoreño promedio se hundirá en el abismo. Eso es lo que vemos y hemos sabido de los candidatos que se perfilan: Un desfile de circo, entre payasos, disfraces, “El hombre más fuerte del mundo”, “la sirenita”, etc. Permítame aclarar para no ser mal comprendido: Mucha gente, sino la mayoría de partidos tradicionales ha migrado hacia Nuevas Ideas. Y lo hacen con los mismos vicios.
Se trata de gente que no puede proponer nada, con nula o dudosa formación académica. Peor, de macabras sombras de personas que han vivido de la política. Ellos saben cómo organizar a la gente en unidades o comandos, cómo hacer una campaña política (la misma, la que da resultados). Saben, a base de ofrecer premios o favores políticos, como lograr que un puñado de gente vote por ellos, un grupo de aquí y allá, una asociación o “pacto” triste con otro líder de este lado o del otro…Así suman más bien adeptos más que votos. Dejar a las personas a este libre albedrio macabro, es como si yo como médico, les dijese a los habitantes del remoto pueblo en las alturas donde vivo, que se traten sus enfermedades entre ellos, que se pongan sueros, que se operen entre sí. De la plutocracia opresiva a la payasada.
Apenas veo, si acaso, a uno o dos “candidatos” que reúnen el perfil para lo que aspiran. Pero con la misma certeza, estas personas serán excluidas, bloqueadas o “vencidas en elecciones libres” y se dará paso libre al triste desfile, a “la reventazón de piñata” que estamos por observar. Depende quizá de la juventud de ese partido. O de los líderes con altura intelectual. De cada miembro, de cada salvadoreño. O a lo mejor soy otro iluso pensando que hay una buena razón para todo y que no se trata más bien, de algo bien orquestado. De cualquier forma, pobre pueblo salvadoreño, aferrado con las uñas a una raíz podrida para no caer al precipicio.
–
Por: Francisco Parada Walsh