Condenan a 15 años de prisión a ex embajador de EE.UU por trabajar como agente encubierto de Cuba

Víctor Manuel Rocha, ex embajador de Estados Unidos que vivió una doble vida durante décadas como agente encubierto de Cuba, fue sentenciado el viernes a 15 años de prisión por una jueza federal en Miami en un caso sorprendente que resalta el éxito de la nación comunista a lo largo de los años en el robo de secretos de inteligencia del gobierno de Estados Unidos.

La jueza Beth Bloom llamó a Rocha “un enemigo del gobierno de Estados Unidos” durante la audiencia.

“Sus acciones fueron un ataque directo a nuestra democracia y la seguridad de nuestros ciudadanos”, dijo. “Le diste la espalda a este país, un país que te lo dio todo”.

Antes de ser sentenciado, Rocha pidió disculpas a la jueza, a Estados Unidos y a su familia por sus acciones.

“Como estudiante, estuve fuertemente influenciado por la política radical de la época”, dijo, lo que lo llevó a traicionar a Estados Unidos. “Hoy ya no veo el mundo a través de los ojos radicales de mi juventud”.

A sus 73 años, probablemente pasará el resto de su vida tras las rejas.

Rocha, de 73 años, se declaró culpable de conspirar para defraudar al gobierno de Estados Unidos y actuar como agente extranjero ilegal en un acuerdo alcanzado con la fiscalía federal en Miami. Esos dos delitos conllevaban penas máximas de cinco y diez años, respectivamente.

Según el acuerdo para declararse culpable, Rocha está cooperando con el gobierno de Estados Unidos en investigaciones sobre Cuba.

Sin embargo, el viernes la jueza Bloom dejó claro que no creía que el acuerdo inicial presentado por los fiscales fuera un castigo suficiente por lo que llamó su “traición” a Estados Unidos.

No ocultó su descontento con el acuerdo, suspendiendo brevemente la audiencia en tres ocasiones para obtener aclaraciones sobre por qué no pedían confiscar las propiedades de Rocha, como sugería inicialmente la acusación. Después de ser acusado en diciembre, Rocha transfirió las propiedades de cuatro condominios de lujo en el centro de la ciudad de Brickell valorados en más de $4 millones que compró con su esposa, Karla Wittkop Rocha, exclusivamente a ella.

La jueza dijo que estaba preocupada por la restitución a otras víctimas de las acciones de Rocha más allá del gobierno de Estados Unidos y mencionó a los cuatro cubanoamericanos que murieron en el derribo de las avionetas de Hermanos al rescate en 1996.

A preguntas de la jueza, los fiscales federales también dijeron que no iban a solicitar que a Rocha, nacido en Colombia, se le despojara de su ciudadanía estadounidense, lo que significaría que, de seguir vivo, sería deportado después de cumplir su condena.

Luego de los tensos intercambios, la jueza decidió convocar una nueva audiencia para considerar la restitución en el futuro. También ordenó a los fiscales que incluyeran la posibilidad de despojarlo de su ciudadanía en su acuerdo de declaración de culpabilidad.

La jueza también le impuso una multa de $500,000.

Rocha no fue acusado formalmente de ser un espía, delito que hubiera requerido descubrirlo intercambiando información secreta con sus contactos cubanos u otras pruebas de comunicaciones furtivas. En cambio, fue acusado de violar la Ley de Registro de Agentes Extranjeros, que exige que quienes trabajan bajo el control de un gobierno extranjero notifiquen a la oficina del Fiscal General de Estados Unidos.

Sin embargo, altos funcionarios federales han caracterizado a Rocha, quien se retiró del Departamento de Estado en el 2002 y luego trabajó como asesor del comandante del Comando Sur de Estados Unidos y en el sector privado, como uno de los peores delincuentes en los anales del espionaje contra Estados Unidos.

Después de su arresto a principios de diciembre, el fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, dijo que el trabajo encubierto de Rocha para Cuba era “una de las infiltraciones de mayor alcance y más duraderas en el gobierno de Estados Unidos por parte de un agente extranjero”.

Rocha, quien ascendió en la escala del servicio exterior hasta convertirse en embajador en Bolivia en 2000 durante la administración de George W. Bush, fue arrestado gracias a una operación encubierta del FBI a fines de 2022. Fue grabado en video diciéndole a un agente encubierto del FBI que había trabajado para los servicios de inteligencia cubanos durante cuatro décadas, según una declaración jurada y la acusación penal. Le dijo al agente del FBI que su último contacto con la inteligencia cubana fue alrededor de 2017 durante un viaje secreto a la isla.

El arresto de Rocha en Miami es el último de una serie de casos que han demostrado a lo largo de los años las sofisticadas capacidades de los servicios de inteligencia cubanos para espiar a Estados Unidos y dirigir agentes plantados dentro de las agencias federales.

Otros casos de alto perfil involucran a Ana Belén Montes, la analista que espió para Cuba durante sus 17 años en la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos, y Walter Kendall Myers, un ex funcionario del Departamento de Estado que, junto con su esposa, Gwendolyn Myers, trabajó para Cuba durante casi 30 años y pasó a sus servicios de inteligencia información altamente clasificada sobre la defensa nacional de Estados Unidos.

Pero a diferencia de Rocha, ellos fueron acusados de conspirar para cometer espionaje porque el FBI pudo recuperar pruebas de sus comunicaciones con los servicios de inteligencia cubanos a través de radio de onda corta. En una operación encubierta, los Myers también compartieron información incriminatoria con una fuente encubierta del FBI sobre sus nombres en clave, las formas en que pasaban información a sus contactos cubanos y el tipo de información ultrasecreta que robaron.

Aún así, la sentencia de 15 años de Rocha es “bastante impresionante”, dijo Peter Lapp, ex agente especial del FBI que arrestó a Montes. Montes tenía 46 años cuando fue condenada a 25 años de prisión en 2002. Fue liberada en enero del año pasado.

“Aunque el tiempo lo dirá, 15 años es probablemente una sentencia de cadena perpetua, y el FBI y la comunidad de inteligencia ahora conocerán detalles clave de su traición”, dijo Lapp, quien escribió los detalles de cómo el FBI logró atrapar a Montes en su libro “Queen of Cuba.”

“Veo esto como una gran victoria para el FBI, el Departamento de Justicia y la comunidad de inteligencia”, dijo. “Creo que los cubanoamericanos deberían ver esto como yo: se hizo justicia”.

Quedan preguntas claves

Pero la sentencia de Rocha no cerrará un caso que ha conmocionado a antiguos amigos y colegas y a la comunidad de inteligencia estadounidense. Después de la sentencia del viernes, aún quedan preguntas difíciles: ¿Cuánto daño causó realmente? ¿Qué secretos le pasó a Cuba? ¿Por qué pudo cumplir las órdenes de Cuba durante tanto tiempo sin ser detectado? ¿Y qué medidas pueden tomar las agencias federales para contrarrestar los esfuerzos de la inteligencia cubana por colocar espías en el centro del gobierno de Estados Unidos?

Estas son preguntas que probablemente formularán los investigadores del gobierno encargados de realizar una “evaluación de daños” de las acciones de Rocha. Pero su tarea será difícil porque mucho de lo que hizo ya es historia.

La carrera de Rocha abarcó más de 40 años, la mitad de ese tiempo en el servicio exterior en puestos en los que pudo influir en la política estadounidense hacia Cuba y acceder a información ultrasecreta del gobierno estadounidense.

Ascendió en las filas del Departamento de Estado, trabajó en la oficina de asuntos interamericanos del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca entre julio de 1994 y julio de 1995, y ocupó varios cargos en embajadas latinoamericanas en lugares como Ciudad de México, Honduras y Santo Domingo, que habrían sido de interés para los servicios cubanos de inteligencia.

También pasó dos años como número dos de la misión diplomática estadounidense en La Habana entre julio de 1995 y julio de 1997, durante un período convulso en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba marcado por la firma de los acuerdos migratorios tras la crisis de los balseros, el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate y la aprobación de la Ley Libertad, también conocida como Helms-Burton.

Incluso cuando estaba en el sector privado, Rocha intentó ayudar al gobierno cubano. Como informó anteriormente el Miami Herald, alrededor del 2007 él intentó comprar reclamos sobre propiedades confiscadas por el gobierno cubano. Esas propiedades se encuentran en el corazón del embargo estadounidense a la isla y resolver esos reclamos habría puesto a los dos países al borde de normalizar plenamente las relaciones.

Según la acusación, los fiscales del gobierno creen que Rocha fue reclutado por la Dirección General de Inteligencia de Cuba alrededor de 1973 en Chile, el mismo año en que el presidente socialista chileno Salvador Allende fue derrocado en un violento golpe y Rocha se graduó en Yale. Aunque el documento comparte poco sobre el reclutamiento en sí, encaja con el modelo de los servicios de inteligencia cubanos de identificar a jóvenes que simpatizan con Cuba por razones ideológicas.

No está claro cómo se enteró el FBI de que Rocha era un topo cubano. Pero la acusación muestra que la agencia tenía dos datos que ayudaron a su agente encubierto a ganarse la confianza de Rocha como supuestamente un agente enviado desde La Habana para contactarlo: que su nombre era “Miguel” y que Rocha había sido “un gran amigo” de la inteligencia cubana desde su “tiempo en Chile”.

“Miguel” pudo acercarse a Rocha a través de un mensaje de WhatsApp y decirle: “Tengo un mensaje para ti de parte de tus amigos” en La Habana”. Luego, el agente encubierto le preguntó si estaría dispuesto a hablar por teléfono y Rocha respondió: “No entiendo pero puedes llamarme”.

En la conversación telefónica, el agente habló sobre la relación pasada de Rocha con Cuba y cómo podría ayudar con un problema en la embajada de Cuba en República Dominicana. Rocha se encontró con él durante una serie de reuniones grabadas en video en Miami durante el año pasado en las que el ex diplomático admitió repetidamente sus “décadas” de trabajo para Cuba que abarcaron “40 años”.

Fuentes de inteligencia dijeron al Herald que era posible que un nuevo desertor cubano hubiera dado nueva información o que agencias de inteligencia estadounidenses interceptaran comunicaciones que apuntaban a Rocha como un posible agente cubano. Una tercera posibilidad, dijeron las fuentes, era que las agencias estadounidenses hubieran conectado información antigua con una nueva pista para concluir que Rocha había estado trabajando encubiertamente para el gobierno cubano.

Los cargos contra Rocha

Rocha enfrentó cargos de conspiración, actuar como agente extranjero no registrado, fraude electrónico y hacer declaraciones falsas para obtener y utilizar un pasaporte estadounidense, según la acusación de 15 cargos. Todos los cargos de su acusación, excepto dos, fueron desestimados como parte de su acuerdo de declaración de culpabilidad, que se reveló inicialmente a finales de febrero ante la jueza Bloom.

Desde su arresto, Rocha ha permanecido en el centro de detención federal, luego de aceptar las demandas de los fiscales de que permaneciera detenido antes del juicio. Los fiscales Jonathan Stratton y John Shipley argumentaron que Rocha era un peligro para la comunidad y un riesgo de fuga.

Rocha fue acusado de conspirar como agente de Cuba desde 1981 para obtener secretos “sensibles” y “proporcionar dicha información a agentes o representantes de la República de Cuba”, según la acusación. La acusación, que ampliaba una denuncia penal revelada a principios de diciembre, acusaba además a Rocha de utilizar “el acceso a información [clasificada] en beneficio” de Cuba y de revelar “dicha información sin autorización”.

Pero ninguno de los documentos cita ningún acto en particular en la conspiración que lo acusa de entregar material clasificado a sus encargados de la inteligencia cubana.

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